SON LOS BIENAVENTURADOS...

 

He visto pedir limosnas,

pero no eran harapientos...

Ni me extendían la mano,

buscando cualquier sustento.

 

Sus ojos estaban tristes:

no pedían alimentos...

¡Escúchame! – me decían

Que el alma me está doliendo.

 

No sól los que hambre tienen,

son pobres y pasan penas.

Hay otros que están por dentro,

de angustia y tristeza llena.

 

Esta pobreza del alma,

es peor que la del cuerpo...

Es difícil descubrirla,

si no se escudriña atento.

Ellos, no alargan la mano.

Solo te miran sus ojos.

Atiende bien sus miradas.

No les deje marchar solos.

 

Sabes que te necesitan.

Tiéndeles siempre tu mano...

¿No los ves  "pobres de espíritu"?

Son los Bienaventurados.

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MARISÚ